(tomado de valladolorentodaspartes)
“Aquello de Vitoria había que aplastarlo (…) eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos”
Artículo de colaboración para Borroka Garaia da!. Autor: Agintea Hausten
[Todo el poder a la Asamblea. Vitoria 3 de Marzo de 1976. Likinianoren altxorra 14. Likiniano Elkartea. Digitalizado por Agintea Hausten]
«El mejor elogio lo hizo Fraga sin querer: “aquello de Vitoria había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos”»
(74 páginas)
Prólogo:
Antes de nada dos preámbulos: tengo una sentimiento agridulce ante esta situación. Me llama la atención que haya gente después de casi 25 años que tenga interés en saber qué pasó en Vitoria hace tanto tiempo. He contado esta historia miles de veces y casi creo que no sabré contarla y referir detalles que son fundamentales. De todas formas, estamos varios de Euskadi y luego, el que tenga interés en ampliar cosas, pues bueno, ellos pueden ampliar y decir más cosas. También, otro detalle que yo quiero referir en esta situación es que se me hace muy difícil contar la historia de Vitoria ahora, después de tantos años. Yo pienso que la historia de Vitoria es la historia del manual, es el manual de la autonomía obrera pero lleno de montones de contradicciones que yo tendría que reflejar y seguramente no sabré contar en este momento. Y luego, como para mí es una historia sentida, vivida, formó parte de mi vida de una forma muy vital y me afectó mucho, pues bueno, para vosotros no sé la importancia que tiene, yo casi, ahora, desde fuera y desde lejos, me parece que es un rollo, entonces trataré de contar muy esquemáticamente lo que a mí me parece hoy mismo que hay que recordar de Vitoria.
La huelga de Vitoria se resume en muy poquito: una huelga que dura dos meses o más, que empezó al día siguiente de reyes y que terminó el 3 de marzo con la masacre. Una huelga que tuvo unos antecedentes que no se conocen mucho y que resumo en lo siguiente: en las fábricas, 10 o 15, al final del año 75 había una serie de gente inquieta, luchadores todos en la clandestinidad, que pertenecíamos a esas fábricas y que nos juntábamos en el monte, en la clandestinidad, elaborando una plataforma reivindicativa totalmente inocente. Esa plataforma reivindicativa se resumía más o menos en 5000 o 6000 pesetas de aumento lineal, muy importante, 40 horas semanales, en caso de accidente y enfermedad el 100%, jubilación en algunas fábricas a los 60 años, y poco más, muy elemental esa plataforma. Con la particularidad de que era una plataforma unitaria, esos representantes de empresas que nos juntábamos en el monte éramos del metal fundamentalmente, pero también de la construcción, de artes gráficas, de la madera, muy unitaria; no había eso que después vino con los sindicatos: los del metal, los de la construcción, convenios distintos, no, era todo en conjunto.
Después de reyes se presenta la plataforma en las distintas fábricas y estalla la huelga. La primera reacción de las empresas es cerrar las empresas porque no podían tolerar…esa plataforma que presentábamos estaba envuelta en dos ingenuidades: no al vertical y, por lo tanto, comisiones representativas elegidas por la asamblea porque la primera ingenuidad era todo el poder a la asamblea, por lo tanto, rechazo de todas las formas de organización que había hasta entonces; y la segunda ingenuidad era la centralidad de la clase obrera, nos sentíamos orgullosos, creíamos que la clase obrera iba a transformar la sociedad, en aquel entonces, partíamos de esa ingenuidad y, como lo creíamos, pues desarrollábamos toda esa teoría que después se manifestó en las asambleas. Esa plataforma que al principio era muy inocente, que empezó con unas reivindicaciones de tipo económico, luego se iba modificando, ampliando, corrigiendo, porque en dos meses y pico da para muchísimo, y hay muchas contradicciones, peleas y batallas. Esa plataforma pasaba luego a declinar la reivindicación económica y pasaba a ser una reivindicación más de tipo político, porque la primera batalla que se plantea y que es la que hace durar la huelga, es que las empresas cierran, se niegan a negociar, porque no podían tolerar…quienes tenían que negociar era lo que siempre había existido en el franquismo: los jurados de empresa, etc, la organización aquella vertical, y no podían tolerar que hubiera otra forma de organización que imponíamos los trabajadores. Entonces, esa consigna pasaba a ser el eje fundamental de la plataforma.
Inmediatamente empiezan los despidos a distintos trabajadores, detenciones, entonces esa consigna, ningún detenido, ningún despido, pasaba a ser la consigna fundamental de la plataforma y el resto ya no tenía sentido. Y tercera cuestión que quiero añadir: esa plataforma que empezó inocentemente siendo reivindicativa de aumento de sueldo, 40 horas, y después se convertía en reivindicación política porque chocábamos con el sistema y desafiábamos al sistema, al franquismo, que era su final y su agonía, se convertía también en una reivindicación y en una plataforma ideológica porque en dos meses y pico, con asamblea por la mañana en cada barrio, se hacían, como era clandestino, en las parroquias, en las iglesias. Por la mañana había cada asamblea de cada empresa que estaba en huelga y a la tarde había asamblea general de todas las empresas que estaban en huelga. Durante dos meses y pico ese proceso daba para cambiar la cabeza y la mentalidad de los trabajadores que estábamos viviendo todo aquel proceso. Todo eso además, acompañado de batallas campales, porque casi todas las tardes, después de la asamblea de conjunto pues había manifestación, etc, y, por lo tanto, batalla campal con la policía durante mucho tiempo, o distintas formas de protesta, de manifestación, lo que fuera.
Entonces lo económico, lo político, lo ideológico, se convierten en una unidad que se va desarrollando, y aquella clase trabajadora, inocente, en Vitoria, entonces, era una clase trabajadora joven, fundamentalmente de gente emigrada de toda españa y no baketeada en batallas anteriores, era virgen en alguna medida, esa batalla que se da contra la patronal, contra el gobierno, de imponer nuestros propios delegados y de decir cómo nosotros queríamos llevar adelante aquel proceso, esa batalla también se da en la clase trabajadora y en las asambleas. Hay todo un debate, unas luchas, unas peleas muy grandes, primero entre los trabajadores para imponer que la forma fundamental de la organización era la asamblea, todo el poder a la asamblea y nada más que a la asamblea. De tal forma que las asambleas generales que había por las tardes, de 5000 o 6000 personas, eran inmensas, la asamblea general no podía decidir si antes, en las asambleas individuales de cada fábrica, no se había acordado; y cuando había que tomar una postura, si no había unanimidad de las asambleas individuales cada mañana sobre ese tema, que lo coordinábamos a través de las comisiones representativas, si no había unanimidad se prolongaba el debate, de tal forma que queríamos todo el poder a la asamblea pero desde abajo, no desde arriba, porque una asamblea de 5000 personas es enorme, y ahí tenían fundamentalmente voz y dirigismo los dirigentes, aunque no se quisiera y se estuviera en contra de eso.
La primera batalla que se da en todo ese proceso es imponer las comisiones representativas. Segunda batalla que se da: al final se vence y las empresas tienen que empezar a negociar las plataformas que se presentaban con las comisiones representativas y tienen que empezar a recibirlas. Pero la segunda batalla es que cuando nosotros nos reuníamos con la empresa, la comisión representativa, que era sólo portavoz, los empresarios no podían tolerar que nosotros allí no podíamos decidir nada. Hacían una oferta y nosotros decíamos: ” vale, vamos a la asamblea y a ver qué decide la asamblea”, -“no, no, no, pero ustedes tienen que decidir ahora, digan sí o no, tienen que ser ejecutivos, tienen que decidir”, -“no, no, no, no podemos decidir nada, somos meros portavoces, tenemos que volver a la asamblea”. Otra vez otra batalla, todo un proceso. Tercera batalla que podríamos resumir: llega un momento en que la plataforma inicial reivindicativa no tiene mucho sentido, habíamos perdido mucho más que lo que íbamos a conseguir, ya no tenía sentido. Se acentúa la batalla de tipo ideológico: “señores, ¿por qué pasa esto?”, el debate en las asambleas se convierte en debate de tipo ideológico. ¿Por qué la patronal se cierra? ¿Por qué el estado no cede? ¿Por qué la policía nos reprime? ¿Qué somos los trabajadores, qué tenemos en la cabeza, qué pensamos? Aquí hay toda una batalla también, y es un poco volver a la ingenuidad que os decía antes, de creer que la clase trabajadora es el centro y que tenía que dirigir el proceso. Hay todo un trabajo en los barrios, hay todo un trabajo con las mujeres, de ahí nace la asamblea de mujeres de Vitoria, hay todo un trabajo con los estudiantes, etc. Y la sensación que yo tengo ahora, después de tantos años, es que habíamos ganado al pueblo de Vitoria.
Al final de todo el proceso, cuando vino la masacre, hubo muchas asambleas, reuniones por barrios, reuniones en iglesias, predicaciones de curas, bueno, todo un tejido que, al final, esa batalla yo creo que estaba ganada, porque fueron muchas las asambleas, los debates. Al final, pues ya lo sabéis, no podían tolerar aquello. El día 3 de marzo era huega general, todo paralizado en Vitoria, enfrentamientos con la policía desde la mañana y, al final, no podían tolerar aquella asamblea general que celebrábamos a la tarde, la policía empieza a reprimir. Unos dentro, otros fuera, porque empieza a reprimir antes de tiempo, antes de que todos hubiéramos llegado a la asamblea general. Las comisiones representativas estábamos reunidos en otro lugar, íbamos hacia la asamblea, porque las comisiones representativas coordinábamos un poco, nos reuníamos antes para ver qué había pasado en las asambleas, etc, total, que la policía empieza a reprimir y hay 5 muertos y más de 100 heridos de bala y un montón de detenidos. Esta es un poco la historia, la síntesis de la batalla de Vitoria. Después de eso, el proceso siguiente, en el capítulo de errores de la batalla de Vitoria, de todo aquel proceso, es que, visto muy a distancia, no esperábamos los trabajadores de Vitoria que estábamos en aquella pelea que el final puedira ser eso, a pesar de estar todos los días peleando con la policía, a pesar del desarrollo de tipo ideológico y en los debates, etc, no esperábamos que el final pudiera ser tan trágico. Y el final es que las balas, los muertos, revientan el proceso asambleario y, como no había forma, por los muertos, por los detenidos, termina el proceso autónomo, asambleario, porque las balas ahogaron las palabras y las asambleas.
Aquí está algún compañero con el que dialogaba amigablemente que el final lo veíamos muy difícil y que casi no sabíamos qué alternativa plantear cuando íbamos a las asambleas. Ese proceso asambleario es como una bola de nieve que va creciendo y cuando no hay injerencias, porque esa batalla se ganó al principio, ni de partidos políticos que mangoneaban y que pretendían dirigir, dirigentes de partidos políticos que estaban en la clandestinidad por ser dirigentes políticos y por el famoso leninismo y por ser la vanguardia de los partidos, querían estar en las comisiones representativas pero se les negó: “no, tú no estás porque eres de un partido político o porque seas vanguardia, tú estás si te elige la asamblea de tu fábrica y, si no, no estás”. Esa batalla costó pero se ganó al principio. Ese proceso, al final se trunca y cuando vienen las balas que silencian todo y viene la cantidad de detenidos, pues se termina ese proceso.
Con el final trágico no hay ninguna negociación. Económicamente las empresas conceden todo lo que habíamos pedido pero sin negociar absolutamente nada. Incluso los convenios que vinieron los años siguientes fueron los mejores convenios de la historia de la clase obrera en Vitoria como consecuencia de aquella lucha que vino antes. Otro detalle importante es que en ese proceso se creó una caja de resistencia potente, enorme, que iba ayudando a la gente que no podía y que, además, esa caja de resistencia, a los que luego fuimos a la cárcel y a muchos que eran de las comisiones representativas y los buscaba la policía y habían desaparecido y estaban ocultos durante meses, esa caja de resistencia les pagó el sueldo aunque estuvieran en la cárcel o no fueran a trabajar en todo el tiempo. La caja de resistencia se convirtió en una caja potente y fuerte porque la conciencia de los trabajadores en ese momento era consciente y sabía lo que hacía. Readmitieron a todo el mundo, etc.
Al final, diría, por unir un poco el tema de la autoorganización, el poder asambleario, la autonomía obrera, etc, etc, a mí me tocó, y es una experiencia muy bonita, me tocó, y a otros compañeros que están aquí, cinco meses de cárcel hasta que cayó el gobierno de Arias y vino el gobierno de Suárez y salimos los primeros con la amnistía famosa que vino. Porque estábamos acusados de subversión contra el estado o no sé qué cosas, al final no hubo juicio ni nada y salimos. Yo empecé a leer en la cárcel la revolución de Kronstad que aplastó Trotski allá en Rusia. Empecé a leer la Comuna, empecé a leer cosas de Panenkov, los teóricos sobre la autonomía, los consejos obreros, etc. Los que participábamos en aquel proceso estaban llenos de contradicciones porque en las comisiones representativas había de todo, gente de todos los partidos políticos que en ese momento estaban en la clandestinidad, del PC y no PC, los de la izquierda del PC, otra gente que estábamos en contra de los partidos, que no creíamos en ellos, y estaba otra gente virgen, obreros cualquiera que fueron ganados desde el principio por aquel proceso y ese proceso fue el que desarrolló un poco la conciencia y lo que vino después.
Después de ese proceso, al año siguiente, en el aniversario del 3 de marzo, hubo una asamblea en el polideportivo, en Vitoria, estábamos 8000 personas con un debate fortísimo y enfrentamientos entre los trabajadores, entre asamblea o mítin. Aquellos dirigentes o parte de los dirigentes que habían estado en las comisiones representativas y que luego ya veían que venían los partidos políticos y la situación que se venía, defendían “sí, sí, por supuesto, la asamblea, claro, pero aquí hay ahora que desarrollar un mitin porque van a venir elecciones y bla, bla,..” ; mientras que había otros que éramos más ingenuos. Esa asamblea, que era muy grande, se dividía en mitad y mitad, los trabajadores desconcertados porque de repente, a un año vista, había dirigentes que no eran tan defensores del movimiento asambleario y de aquella forma de organización, sino que empezaban ya con la vanguardia que ellos tenían en la cabeza, que era la del partido, y tenían que hacer un mitin donde iban a hablar una serie de oradores; esto para explicar un poco el proceso y la degeneración después de aquella batalla. A los dos años, al segundo aniversario, también hubo otra batalla muy fuerte; lo que yo recuerdo es que los trabajadores estaban perplejos mitad a mitad, había muchos trabajadores que habían vivido aquel proceso y seguían apostando por que aquella forma de organización seguía siendo válida, era la mejor y no había porqué cambiarla. Pero había otra serie de trabajadores que habían estado en Alemania, con partidos polítcos detrás, y que decían, “no, pero es que aquí ya tenemos que ser civilizados como en Europa: sindicatos, partidos, etc. No puede ser que para conseguir cualquier cosa tengamos que volver a la batalla de Vitoria”. Y sí, sí, la asamblea no la negaba nadie en teoría, claro, pero “no, tenemos que ir a otras formas de organización” y ya venían todas las campañas “vote al obrero tal, al obrero cual” que había tenido prestigio en aquella batalla, pero para tal partido, para tal otro. Los trabajadores, desconcertados, teníamos que seguir con aquella forma de organización dando un salto ideológico muy grande. Yo entendía aquel proceso, yo había vivido en Argentina y sabía lo corrupto que era el sindicato de la CGT en Argentina, y los chanchullos; pero para los trabajadores me parecía que era un salto saltar de la dictadura, sin ninguna libertades ni formas de organización democráticas, etc, saltar a una forma de organización asamblearia, autónoma, me parecía que era un salto muy grande que los trabajadores tenían que dar en su propia conciencia, en su propia cabeza, y muchos no podían superarlo y había la ofensiva de lo que ahora vemos, de este tipo de democracia, todos los partiditos de izquierda, etc, y bueno, ese proceso ya lo conocemos todos.
El movimiento asambleario aquel duró años y años. Después se burocratizó porque a los dos años se convirtió en coordinadora de las comisiones representativas de las fábricas, pero ya era una especie de camuflaje, reivindicándose del movimiento asambleario pero era ya una forma de organización burocrática. El movimiento asambleario, autogestinario y autónomo, no fue exclusivo. Hubo movimientos sobre todo a nivel de profesores, institutos, pasó a ser una forma de organización de las luchas de los barrios que fueron también muy importantes, de las asociaciones de vecinos, el movimiento en sí contagió a todos los sectores de la sociedad y no fue exclusivo del movimiento obrero. Y duró años y fue coleando hasta llegar a hoy, que mi sorpresa es que hoy haya gente que entonces, en lo de Vitoria, no había nacido y que se reclame del movimiento autónomo y que quiera saber algo de aquello que vivimos nosotros, que ya somos los últimos mohicanos de todo aquel proceso y que pensamos que casi nadie tendría que preguntar por aquello y que casi es un movimiento de la prehistoria. El mejor elogio del movimiento obrero de Vitoria lo hizo Fraga, que era el ministro del interior entonces, que lo de Vitoria lo pilló en Alemania, pero vino a Vitoria a ver a los enfermos en los hospitales, pero los trabajadores no le recibieron, lo echaron; pero el mejor elogio lo hizo Fraga sin querer: “aquello de Vitoria había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos”. Y nada más, no os canso más.
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