en el ojo del huracán que constituyen las aguas internacionales del Mediterraneo y en medio de la tragedia de los refugiados, el médico de familia vallisoletano Oscar Hugo Martín del Barco,superviviente él mismo a una grave enfermedad,se convierte en un testigo de excepción de la tragedia humanitaria que acontece en la proximidad de las costas de Libia,donde participa como cooperante de Pro Activa OPEN ARMS
Nuestro compañero atendiendo a un superviviente rescatado |
Óscar Hugo Martín del Barco, médico de familia y cooperante Un año después de mi experiencia con Proactiva Open Arms (ONG con sede en Badalona) vuelvo a la frontera sur de Europa, a las costas de Libia, un verdadero infierno en el que en 2016 perdieron la vida 5.079 personas y otras 3.116 en 2017, aunque los que hemos trabajado aquí sabemos que las cifras son mucho más altas. Las cifras oficiales sólo cuentan los cadáveres encontrados. El Mediterráneo Central continúa siendo el punto más caliente para los migrantes que huyen de la guerra o de la pobreza de África. En 2017 trabajé a bordo del Golgo Azurro, barco que en su día fue detenido durante unas horas en la costa de libia por parte de los temidos guardacostas libios. Era un barco alquilado y actualmente ya no forma parte de la flota de la ONG, que cuenta ahora con el velero Astral y el Open Arms, un antiguo remolcador cedido por el servicio de salvamento marítimo español y posteriormente restaurado para convertirse en un barco de rescate.
sorteando el fuego de los "guardacostas" |
Buscan el rescate desesperadamente |
Nuestra ruta consiste en una zona al este de libia, entre Trípoli y Alkhums, realizamos la travesía diariamente. El año pasado cuando trabajé con Proactiva en la zona oeste de Libia engañaban a los migrantes diciendo que las plataformas petrolíferas que se veían enfrente de la costa correspondía a su sueño anhelado, Europa. En la zona oeste no existen estas plataformas, pero suben igualmente engañados cuando los traficantes deciden que ya no les alimentan después de sacarles lo que tienen. Tampoco les dicen que no llevan combustible suficiente para poder llegar a Italia, como máximo uno o dos días de travesía. Si no hay rescate, nunca llegarán a Italia. Las embarcaciones en las que suelen viajar después de pagar entre 800 y 1.000 euros son de dos tipos: las rubber boat (barcas de goma) con capacidad entre 30 y 200 personas, y las wooden boat (barcazas de madera), donde viajan entre 150 y 980 personas, son bastante inestables y en las que han acontecido auténticas tragedias en estas aguas. Al día siguiente de llegar a nuestro lugar de trabajo en la zona SAR (búsqueda y rescate, por las siglas en inglés) con observación continua del mar, a las 8 de la mañana nos avisan de una barca a unas 20 millas de nuestra posición. Normalmente el aviso llega desde Roma. Se preparan y se lanzan dos rhib, dos lanchas rápidas de salvamento, cada una de ellas con un patrón y dos socorristas hacia una de las “pateras de la muerte”. El acercamiento a estas barcas es tenso, complicado, tratando de que no sean presas de la ansiedad y las prisas. “No somos libios” y “niños y mujeres primero”, es lo que decimos. No podemos perder una sola vida. Los socorristas te cuentan que a veces los hombres quitan a las mujeres los niños de las manos para poder ser rescatados los primeros, de barcas que ya tienen muertos sobre la cubierta. En esta intervención rescatamos a 101 personas, de ellas 24 son mujeres, dos embarazadas. La edad oscila entre los 18 y los 21 años, aunque el mayor tiene 36 años. Uno de los pasajeros fue amputado. En Libia le extorsionaron a cambio de un rescate que debía pagar su familia. Como sólo pagaron la mitad, los traficantes le cortaron una pierna. Oscar Martin reconoce con ultrasonidos a Ayaan Abukar Sabriye, de 22 y somalí, embarazada. Foto: Olmo Calvo Hay un joven de 22 años, cuya madre pensaba que había muerto hace al menos un año. Desde el Open Arms le ponemos en contacto con ella. La escena es impactante, emocionante, sobrecogedora. Cuando suben al barco vuelvo a recordar las caras de pánico y desconfianza de hace un año: miran con temor la bandera libia que llevamos para acercarnos a la zona SAR. Han vivido un auténtico infierno de las cárceles de libia. Muchos llevan años viajando, incontables quedaron en los desiertos, y el cien por cien de las mujeres han sido violadas. También ellos han sido violados, maltratados, disparados. Nuestro trabajo como sanitarios comienza cuando después de instalarse en la cubierta del barco con una manta, ya han podido recuperar algo de calor. Atendemos alguna hipotermia leve, consecuencia del tiempo que llevan en el mar, a un joven con probable desnutrición. Todos tienen sarna. No he visto las temidas quemaduras químicas producidas por el combustible de las pateras. Intentamos que estén arropados, les preparamos comida, les cuidamos hasta transferirles a un guardacostas italiano por la noche. Les queda un largo recorrido para saber si se podrán quedar en una Europa que no les quiere. Segunda semana Nuestra segunda semana es más complicada, con un temporal de olas de 3-4 metros durante 48 horas. Se nos acerca una patrullera libia que nos pregunta por radio que qué hacemos aquí. Contestamos que somos una ONG que se dedica a rescatar refugiados en aguas internacionales. Como si no lo supieran después de dos años trabajando en la zona de rescate. Otra noche otro barco militar nos piden que mantengamos una distancia con ellos. En la zona hay una misión de la OTAN con buques militares europeos. Otro día los compañeros avistan al amanecer un rubber boat ardiendo sin personas. Pensamos que puede ser una de las dos pateras por las que el día previo se activó al Aquarius, el barco de salvamento de SOS Mediterráneo que vigila en la zona oeste ¿No pudo llegar hasta ellas? ¿Lo interceptaron los guardacostas? Para uno que no es marinero el control me parece muy estricto, al final esto parece una lucha entre los barcos militares, los libios y nosotros, ya que solamente se nos avisa desde Roma si los botes llegan a aguas internacionales, sino no lo hacen. A los marineros profesionales, los maquinistas, oficiales y el capitán, esto les ha cambiado completamente la vida. Te cuentan lo que ha supuesto para ellos formar parte de este grupo de salvamento. Un capitán que sigue llorando cuando las rhib llegan al barco en cada rescate.
el Ddestartalado y viejo OPEN ARMS |
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