15 mar 2023

AGUSTIN RUEDA, NO OLVIDAMOS



El 1 de enero de 1978, Agustín Rueda Sierra es trasladado a Carabanchel. Viene de la cárcel de Girona y de una larga lucha en las minas de Sallent y Balsareny, la CNT y la Coordinadora de Presos Españoles en Lucha (COPEL).
La mañana del 13 de marzo se descubre un túnel de fuga. Informado el director de Carabanchel, Eduardo Cantos Rueda, pide a varios funcionarios que investiguen lo del túnel, a ver qué sacan. Y sacan toda su mala leche, claro. La investigación de los funcionarios da como resultado varios presos torturados y Agustín Rueda, 26 años, muerto a causa de las torturas. La película de los hechos es espeluznante burocracia del terror.


Esta es la película. Pasadas las 9.30 horas, el funcionario Andrés Benítez comunica al director que ha descubierto un túnel. Eduardo Cantos le encarga al subdirector de la prisión, Antonio Rubio Vázquez, que investigue el caso mientras el jefe de servicio, Ildefonso Luis Lirón de Robles, recluta a un grupo de funcionarios para abrir la veda de interrogatorios.
El primer recluso interrogado es José Luís de la Vega. Es brutalmente golpeado por cinco funcionarios y acaba dando una lista de 29 presuntos implicados en la construcción del túnel. Si el interrogatorio dura quince minutos más la lista sería de 50 e incluiría a su madre.
El segundo recluso que pasa por dirección es Pedro García Peña. Es brutalmente golpeado por cinco funcionarios y se acaban añadiendo tres nombres más a la lista de 29, entre ellos Agustín Rueda, que es llamado al despacho y, tras negar cualquier implicación, trasladado a las celdas de aislamiento en los sótanos para interrogarlo más minuciosamente.
Los funcionarios encargados de interrogar a Agustín Rueda son Hermenegildo Pérez Bolaños, José Luís Rufo, Julián Marcos Mínguez, Alberto Ricardo de Lara, Alfredo Luís Mallo, Nemesio López Tapia, Andrés Benítez y José Luís Esteban Garcero.
Los funcionarios se emplean a fondo, en grupos de a cuatro y por turnos, hasta las 14.00 horas, fin de la jornada y vuelta a casa a comer, abrazar a la esposa, ¿qué tal el día, cariño?, uf, un día duro, para que luego digan que los funcionarios no damos ni golpe...
El subdirector Rubio también se va para casa, fin de jornada, y le dice al director que el tal Rueda parece que no ha encajado bien los golpes, con lo fácil que es firmar la autoinculpación por las buenas. Cantos llama a uno de los médicos de la cárcel, José María Barigón, para que le eche una ojeada.
El doctor Barigón visita a Agustín Rueda y lo encuentra en un estado tan lamentable que llama al otro médico de la cárcel, José Luís Casas, que confirma la impresión. Llaman al director y le comentan que mejor trasladar a Rueda a enfermería. Cantos considera que igual no hay para tanto, que a ver si mejora. Los dos médicos no discuten y se van a comer.
A las 16.15 horas, Barigón y Casas vuelven para ver si Rueda he mejorado. Ha empeorado. Le aplican una pomada para darle calor y aliviar el dolor y le comentan al jefe de servicio, Lirón de Robles, que deberían trasladarlo al Hospital Penitenciario, próximo a la prisión. Lirón de Robles dice que nanay, que si sale fuera luego todo se sabe y que no hay para tanto, que lo lleven a enfermería, que allí hay calefacción. Los dos médicos no discuten, firman un parte poco concreto y se van a casa, que ya es hora.
A las 19 horas, el médico del turno de tarde lee los partes de sus colegas sobre el estado de los interrogados. Antes de irse a casa por la noche decide que mejor les echa una ojeada, pero Lirón de Robles le dice que todo anda bien, así que no discute, ficha y se va.
Llega la hora de dormir y Lirón de Robles ordena que trasladen a Agustín a enfermería. No puede tenerse en pie y es trasladado en camilla. Lo dejan en enfermería, cierran la puerta y se van a la cama. Durante la madrugada, Agustín entra en shock traumático y muere.
A las 7 de la mañana del 14 de marzo, hoy se cumplen 45 años, llevan a toda prisa a Agustín Rueda al Hospital Penitenciario. Allí certifican su muerte. Ha perdido tres litros de sangre. El director Eduardo Cantos reúne de urgencia a todos los implicados en los hechos y no informa de la muerte de Agustín al Juzgado de Guardia hasta mediodía.
El sumario por caso de asesinato abierto a los tres días se cierra en 1980, aunque todos los acusados habían sido puestos en libertad condicional en 1979 por orden del ministro de Justicia, Landelino Lavilla Alsina. Volverían a juicio en 1988, con un informe pericial que dice: 'El apaleamiento ha sido ejecutado con tecnicismo. Se puede afirmar que no es posible, salvo especial destreza, ocasionar tantas lesiones externas respetando las estructuras óseas'. Un trabajo a conciencia, de funcionarios bien metidos en faena.
La Audiencia Provincial de Madrid estima que se trata de 'un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte' y que por lo tanto no cabe hablar de homicidio. La Audiencia condena al director de la cárcel, Eduardo Cantos; el subdirector, Antonio Rubio; los médicos Barigón y Casas; y a los funcionarios responsables de la paliza, a penas carcelarias de entre dos y nueve años. Ninguno de ellos pasará más de ocho meses en prisión.
Uno de los presos torturados, Alfredo Casal Ortega, denuncia la paliza recibida. Es trasladado a Herrera de la Mancha y el jefe de servicio de allí, José Antonio Barroso Melado, le obliga a comerse los doce folios de la denuncia, pedacito a pedacito. Le da un botijo de agua para ayudar a tragar. No es una metáfora. Es literal. Aquí tragamos con todo.


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