Todas somos conscientes, en mayor o menor medida, de que vivimos tiempos convulsos, tiempos críticos y, sobre todo, tiempos de cambio. La promesa que el sistema mantenía en occidente, a saber: una mejora continuada en las condiciones de vida, en los derechos laborales y sociales y en las libertades individuales, se diluye como un azucarillo ante la voracidad creciente del sistema económico. Este ya sólo ofrece la precariedad como horizonte vital, la pérdida de derechos como consecuencia inevitable de la competencia despiadada y la adicción a la pantalla como vía de escape de una triste realidad en la que nuestra impotencia y nuestra insignificancia se ocultan tras los fuegos artificiales de la tecnología y el consumo. Ahora más que nunca, el rey está desnudo.
El resto del mundo, y de manera creciente nosotrxs mismxs, sufre las consecuencias ecológicas de nuestro exorbitante consumo energético y material, y las consecuencias a las que esta insensatez nos puede conducir son en el fondo intuidas por todas las personas conscientes.
En este contexto global es imprescindible y urgente plantear alternativas en lo local que materialicen iniciativas capaces de contrarrestar un modelo social que nos conduce hacia el hiperindividualismo, la deshumanización y el desastre ecológico. Y es en este punto donde “lo rural” debe ejercer un papel protagonista en esta iniciativa de cambio.
El sistema reserva para el medio rural el mismo papel subalterno que para la fuerza de trabajo: un mero recurso consagrado al crecimiento perpetuo del capital. El campo sólo se conceptualiza como un granero de insumos que alimenten el desenfrenado consumo creciente: macrogranjas de cerdos, macroinstalaciones de generación energética, explotaciones de fracking, macrovertederos… Siempre a lo grande. Todo macro.
Las personas, esos accesorios incómodos para la buena marcha de la economía, a veces protestamos
Un campo despoblado es lo más adecuado para este plan de desarrollo. Las personas, esos accesorios incómodos para la buena marcha de la economía, a veces protestamos y, contra todo pronóstico, nos negamos a que nuestras vidas sean consagradas a un plan que nos sitúa en la categoría de herramienta. Un medio rural vivo y activo no encaja en el modelo de sumisión y consumo que nos tienen reservado, por lo que cualquier iniciativa transformadora y emancipadora es contestada con la pura y simple represión, como nos demuestra el caso de Fraguas.
Fraguas, un pueblo expropiado por el Estado en los años 60 y destruido por maniobras militares en los 90, fue okupado y reconstruido por un proyecto horizontal y autogestionado. Una vez más, se produce un proceso de criminalización. Con la Junta de Castilla la Mancha como acusación particular (inicialmente el PP, luego PSOE y Podemos y ahora el PSOE en solitario), seis personas son condenadas en un proceso judicial que pretende llevarlas a la cárcel 2 años y 3 meses. Y no sólo eso, si no que quieren que a través de la petición de una responsabilidad civil (que no prescribe ni cumpliendo la pena de cárcel), ellxs sufraguen los gastos de demolición del proyecto que ayudaron a construir.
Sin embargo somos muchas, y cada vez más, las que creemos que potenciar ese medio rural vivo y activo forma parte de las soluciones para poner freno, aquí y ahora, a este modelo desquiciado. Las que creemos en modos de organización horizontal, en el fomento de lo común frente a la privatización generalizada, en la autosuficiencia como camino hacia el decrecimiento y la sostenibilidad ecológica. Con la convicción de que el medio rural ofrece el marco más adecuado para la materialización de estos sueños, que son nuestra esperanza. Y de que es nuestro deber ético luchar contra sus tácticas represivas para establecer el otro mundo posible que deseamos.
Por todo ello queremos protestar y encontrarnos en la protesta para construir. Colectivos rurales, plataformas de lucha, proyectos de emancipación y sindicatos que buscan otra sociedad. Queremos unir nuestras fuerzas y nuestras imaginaciones para decirles que así no, y para inventar nuevos modos de lucha, nuevos modos de relación y nuevas instituciones populares que sitúen el campo y sus posibilidades en el centro de una transformación global.
Si estás leyendo este texto es porque contamos contigo, como partícipe de una sociedad en marcha, para decir ‘no’ a los movimientos represivos en el medio rural, concretados ahora en el caso de Fraguas; para decir ‘no’ al destino que reservan para el medio rural, como espacio que explotar o como escenario turístico; para decir ‘no’ a la depredación medioambiental. Pero sobre todo para decir ‘sí’ a otro mundo posible construido en común y para el común.
Además, hemos puesto en marcha un crowdfunding para evitar el encarcelamiento de las personas condenadas por el caso de Fraguas. Hacemos un llamamiento a la solidaridad de quienes nos estén leyendo para que aporten a la causa según sus posibilidades.
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