Este texto que reproducimos más abajo salió hacia 2013 como octavilla en Barcelona,firmado por "Un anarquista del Clot". Nos parece bastante coincidente con la mayoría de nuestros postulados. Por ello lo hacemos nuestro y lo queremos compartir con los seguidores de solidarios. Se puede encontrar también en el archivo josep gardenyes:
https://josepgardenyes.wordpress.com/
La lucha del sector de la sanidad es una inspiración para toda Barcelona. La solidaridad social, que durante
tanto tiempo parecía haber muerto, está resucitando. Cada día hay más apoyo, pero todavía falta mucho. En Grecia,
bloquearon todo el país, se enfrentaron a la policía, quemaron bancos y todavía aprobaron los recortes. Esta lucha, sino
se rinde pronto, tendrá que durar mucho tiempo. Los ricos y sus políticos—y no hay político ni institución del Estado
Democrático que no pertenece a los ricos—están convencidos en quitarnos el estado de bienestar, privatizando, entre
otros servicios, la sanidad. Aquí no pretendemos escribir ningún elogio a la socialdemocracia. Ésta también fue una indignidad
basada en la explotación, la exclusión y el control social, y logró destruirnos como clase, adoctrinarnos con la
cultura y los valores fétidos de nuestros señores, engañarnos con la mentira democrática de que todos somos iguales. Si
somos conscientes, no echaremos de menos a la socialdemocracia. Pero el porvenir que quieren proporcionarnos es aún
peor.
Los estados europeos sólo rindieron los privilegios venenosos de la socialdemocracia para apagar las luchas extremadamente
fuertes de principios del siglo pasado. Si queremos salvar la sanidad tendremos que crear luchas aún más
fuertes. Pero no se puede dar un paso hacia atrás. Las cosas nunca van a ser como antes.
Cuando vivimos cosas tan fuertes tenemos que dejarnos cambiar. En la lucha por la sanidad pública estamos volviendo
a conocer la solidaridad, y en las calles empezamos a vislumbrar la posibilidad de un futuro mucho más bonito.
Porque la sanidad pública no iba bien. Para ser honestos, hay que admitir que la sanidad pública de la sociedad capitalista
jugaba su papel en la guerra contra todas y todos. La economía trata a las personas como máquinas y necesita un servicio
sanitario que también nos trate como máquinas, que nos llene de pastillas para silenciar los síntomas, que niegue nuestra
autonomía y que nos someta a la autoridad de un profesional que pretende conocer nuestros cuerpos mejor que nosotros
mismos. Pero a menudo, la enfermedad es un intento del cuerpo de comunicar, de decir que aquí, algo va mal. Estamos
gastando las vidas en trabajos indignos que nos matan poco a poco, pasando los días en el coche, atado a una máquina u
ordenador o frente a una tele, comiendo comida industrial poco sana, respirando aire contaminado. La sanidad pública
ha servido para cumplir la función de facilitar ésta miseria, curando las síntomas y obviando las causas.
Mas allá, la medicina occidental tiene una historia bastante sórdida, como todas las profesiones de nuestra sociedad.
A los ejércitos y a la policía, nunca les falta médicos para asistir en las guerras o en los interrogatorios. Otros
participan en la experimentación animal, mientras que otros sirven como carceleros en los manicomios. Y hace falta
destacar la colaboración con la industria farmacéutica. Históricamente, la profesión médica ha sido un instrumento en
el desarrollo del capitalismo y la nueva religión racionalista que trata a los cuerpos como máquinas mudas y explotables;
de igual modo ha servido al patriarcado para reprimir y patologizar a las mujeres y las personas trans.
Se podrían encontrar problemas parecidos con todas las profesiones, desde las fábricas a los institutos. No pretendo
echar culpa, sino decir lo evidente: vivimos en condiciones indignas que nunca hemos elegido. Ahora, ya que nos
estamos conociendo en las calles y creando una fuerza colectiva, es el momento para soñar y para ir más lejos. La gente
de la sanitad son los que nos curan. Pero en una sociedad solidaria en vez de capitalista, “curar” tiene un nuevo sentido.
La lucha en los hospitales sólo puede conseguir más fuerzas a través de la solidaridad. Pero la
solidaridad tiene que ser mutua, también ha de cambiar el que la pide. Con el espíritu de solidaridad,
queremos criticar la función de la medicina profesional en el sistema occidental, sabiendo que la sanidad
va a cambiar para siempre. O se la va a privatizar o se tendrá que cambiar por completo, ligándose
no al Estado, que no tiene más interés en subvencionarla como servicio público, sino ligándose a las
luchas de una sociedad que está intentando emergir del coma de la alienación burguesa a la cuál se
la ha sometido.
Vemos la posibilidad de hospitales colectivizados, no sólo entre las trabajadoras sino también
entre las pacientes, conectándose con redes de mecánicos y profesores y otras personas autoorganizadas.
Pero primero hay que elegir: ¿estamos del lado de los ricos, de su policía, de su
democracia, de sus instituciones, de su Estado? ¿O estamos del lado de la gente humilde y rebelde,
de las personas que creemos en la solidaridad y en el apoyo mutuo?
Por el triunfo de todas las luchas sociales, contra la codícia, el poder, el cinismo, las mentiras y todo
obstáculo a la libertad.
--un anarquista del Clot
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