28 mar 2020

PROFESIONAL, " ante la Pobreza mata al policía que llevas en la cabeza"

POBREZA Y SALUD

    Solidarios de la Sanidad nos hacemos eco del seminario celebrado en febrero en Madrid  y que como resume Juan Gervas habla de cambiar el chip de muchos profesionales al tratar los aspectos más duros con que la pobreza golpea a sus pacientes y el mejor modo de abordarlos
 






EL MIRADORAPUNTES DEL SEMINARIO SOBRE “POBREZA Y SALUD. EN CLÍNICA, EN SALUD PÚBLICA Y EN LA SOCIEDAD”

Profesional, ante la pobreza mata al policía que llevas en la cabeza








Este texto se basa en el contenido del encuentro presencial del Seminario sobre “Pobreza y salud. En clínica, en salud pública y en la sociedad” que se inició con un debate virtual el 21 de diciembre de 2019 y acabó con un encuentro presencial en Madrid, en la parroquia San Carlos Borromeo, los días 21 y 22 de febrero de 2020
Decían y dicen
Decían los romanos que “la ley es dura, pero es ley”.
Decían los del mayo francés del 68 que “un policía duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo”.
Dicen ahora en muchas de las ventanillas de la recepción de las instituciones sanitarias españolas que “usted no tiene la tarjeta sanitaria” y “tiene que empadronarse para conseguirlo”.
Dicen ahora en muchos de los despachos en que se atiende a pacientes que “eso no es mío”.
Dicen en muchas de las ventanillas de las instituciones sociales que “le falta un papel”. Se minusvalora lo que cuesta conseguirlo, como si el mundo digital fuera real para quienes viven en la pobreza,
Dicen en muchos de los despachos donde se atienden problemas sociales que “no cumple con las condiciones exigidas, vuelva mañana, o pasadomañana [o, mejor, nunca]”.
Hay profesionales que no dicen, pero actúan como si lo dijeran, “siendo pobre siempre lo serás, ¿por qué no te mueres ya y dejas de molestar?”
Dicen quienes entienden: “se legisla a sabiendas de que no se cumplirá, con la certeza de que los reglamentos tergiversarán las leyes, y menos se cumplirán en su punto de aplicación”.
Conclusión: no hay derecho a muchas cosas, negadas por la vía de los hechos. Y si vives en la pobreza, más negado todo.
En la pobreza lo clave no es tanto lo carencial como lo vivencial
La pobreza es ver negados derechos.
La pobreza es ver transformados derechos en hechos graciables.
La pobreza es saber que “la ley es dura pero es ley” y que haya profesionales que tengan un policía en la cabeza, un policía desagradable y despótico que ignora la ley, o la interpreta siempre en tu contra, de forma que hace explícito el odio, el rechazo, la segregación y la negación de la humanidad que irradias.
La pobreza es estar en un laberinto burocrático que disuade los intentos del ejercicio de los derechos que tienes. Te vas como has venido, a por un nuevo papel y/o permiso, pero mientras lo consigues caducan los que ya tenías, en un círculo vicioso de mala saña, pensado para castigarte y “enseñarte”.
La pobreza es que el transporte en la ciudad sea un problema mayúsculo, en tiempo y en dinero que no tienes, con líneas públicas que no son gratuitas y que se diseñan en contra de la geografía de la pobreza.
En la pobreza quieren convertirte en no-persona, en peligroso social y en enemigo del orden público (y del “orden”). Toda la lógica es policial.
Y sí, el Código Penal está pensado para castigar la pobreza de forma que la cárcel termina formando parte del ciclo vital de personas y familias que viven en pobreza. “Cuando salgas ¿a qué te dedicarás?” “Al “negocio”. “¿Qué negocio?” “El “negocio” que me traerá de nuevo a la cárcel”.
La pobreza es saber que hueles mal, y que te rechazan por ello, como si el olor fuera elegido en vez de impuesto por las condiciones de vida.
Vivir en la pobreza es generar lástima, en el mejor de los casos, pues te creen frágil e ignoran y niegan la resistencia que te permite sobrevivir en una sociedad hostil.
Vivir en la pobreza es sentirte intruso en una sociedad que provoca un pesimismo defensivo casi siempre justificado. Podrás no tener agua para ducharte, pero no te faltarán baños de superioridad moral de quienes se duchan a diario con agua caliente.
Vivir en la pobreza es ser siempre objeto de severo juicio, hasta el punto de temer que te quiten a tus hijos, para recluirlos en centros de menores y prostituirlos en redes de ricos y poderosos.
Vivir en la pobreza es vivir en la inseguridad que te marca de por vida.
Vives al día, te culpabilizas, te atemoriza el futuro, la violencia es constante.
Vives el momento y esperan que cuando consigues alguna ayuda tu vida se transforme en un momento pero “necesitaría al menos tres años para despegar; no se cambia el contexto porque cambie un renglón del texto”.
Vives en la pobreza y eres siempre consciente de ello, desde que tienes uso de razón, desde el comienzo de la vida en sociedad. Quien vive en la riqueza mucha veces lo ignora, le parece “lo normal”.
Vivir en la pobreza significa ser siempre juzgado, hasta el punto de tener que sufrir “inspecciones” en tu propio domicilio, necesarias para conseguir algunas ayudas. Inspecciones denigrantes, de comidas y de higiene porque “¡cualquiera sabe si saben vivir y cuidar a sus hijos”!
Vives en la pobreza y te cuidas de mantener la cartilla de vacunación al día porque el retraso en su cumplimiento puede justificar la pérdida de tus hijos.
Vivir en la pobreza es tener 45 años y parecer que tienes 70.
Vivir en la pobreza, hoy, afecta más a jóvenes que a ancianos; afecta a trabajadores pobres, a los hogares con mujeres solas e hijos en riesgo de pobreza, a migrantes sin papeles y a quienes excluye la sociedad y pierden (o no tienen) las redes de apoyo.
Vives en la pobreza, y sus límites son infinitos. Tus opciones son muy limitadas pero puedes sentir en carne viva el frío del invierno y el calor del verano, y puedes elegir entre pasar hambre y comprar los medicamentos, por ejemplo. En un caso concreto, tras un trasplante de corazón, la pobreza permite elegir entre comer o tratarte. Hay muchas pobrezas, como la pobreza energética y la pobreza política, sin electricidad y siempre en las colas de cualquier entidad oficial que decide “políticamente” dónde tienes que aplicar solicitudes, cuándo y cómo.
Vivir en la pobreza es que se preocupen con especial énfasis de tu vida sexual, no vayas a quedarte embarazada.
Vivir en la pobreza es que logres un trabajo y sigas viviendo en la pobreza, dada la miseria de los salarios.
Vives en la pobreza y la atención que recibes es fragmentada, acabas en urgencias hospitalarias como única puerta siempre abierta, y compartes servicios que te “ofrecen” en urgencias, en albergues, en comisarías y al final en la cárcel. Al final mueres en el hospital, claro (en el pasillo de urgencias, por ejemplo); o en la calle.
Vives en la pobreza y no siempre estás en el último escalón, que también en la pobreza hay “clases”.
El sistema sanitario y el sistema social ante la pobreza
Ante la pobreza, violencia. No es lo peor la violencia extrema de unos nazis quemando a una mujer que duerme en la entrada de un banco, que es brutal pero no frecuente. Lo peor y constante es la violencia social e institucional que todo lo atraviesa, incluyendo a profesionales y sistemas sanitario y social.
“¿Quién es alcohólico?” “El que bebe más que su médico”.
“¿Quién es drogadicto?” “El que consume drogas que no le receta su médico”
“¿Quién es un “camello”? “El que viviendo de las drogas no se pone nunca una bata blanca”.
“Lo “normal” es consumir las drogas que consumimos en nuestras fiestas y discotecas. Lo otro es vicio, degeneración y depravación”.

Habría que hablar de empobrecidos y de enriquecidos puesto que nacemos iguales, pero tras el canal del parto el mundo es injusto y desigual, y hay quien se “enriquece” y se convierte en rico desde ese momento, y quien se “empobrece” y se convierte en pobre, y para siempre (los apellidos en España tienen impacto hasta cuatro generaciones después; el ascensor social no es que esté averiado, es que no existe).Los empobrecidos pagan impuestos, proporcionalmente más que los enriquecidos, y el colmo es que los sistemas educativo, judicial, sanitario y social responden más a las necesidades de los enriquecidos que a las de los empobrecidos. Lo pintó Goya: “Tú que no puedes, [llévame]”
Al sistema sanitario y social le interesa lo biológico, lo que puede medir, la biometría, “el control de los cuerpos”, y lo demás resulta irrelevante, como se demuestra en la práctica (el trabajo diario) y en la teoría (la enseñanza).
El sufrimiento que conlleva la pobreza se transforma en rúbricas diagnósticas que cosifican y cambian el foco a lo biológico. Es simbólico que haya que organizar de forma independiente y fuera del sistema la formación de estudiantes y residentes sobre determinantes sociales, por ejemplo.
También es simbólico que el trabajo comunitario se transforme en cruel “turismo comunitario”, en poner los activos de salud en el mapa (“mapear”) como si fueran insectos de una colección y en “colonizar” la comunidad como las ONGs colonizan espacios de pobreza para vivir justificando su “caridad”.
Las instituciones tienen su lógica de control social y convierten cualquier derecho en un laberinto de normas y permisos que disuade, excluye y penaliza a quienes viven en pobreza. A ello ayuda la lógica policial y el rigor de profesionales que conviven alegremente con el policía que habita en sus cabezas.
¿Qué hacer?
Hacer bien el trabajo diario, cumplir con el horario, evitar la Ley de Cuidados Inversos en la consulta, por ejemplo.
Ejercer una labor de abogacía entre profesionales, respondiendo con respeto pero fuertemente al statu quo de “son unos vagos”, “nunca saldrán del pozo”, “se embarazan por cobrar las ayudas”, “viven del erario público”, “abusan del sistema”, etc.
Ver las historias tras los rostros.
Preguntar con genuino interés y con sincera empatía.
Escuchar sin juzgar.
Registrar en la historia clínica sólo de acuerdo, en contenido y términos, con quien vive en la pobreza.
No “oler” ni física ni psíquicamente, respetando la dignidad de la persona, que no depende de circunstancia alguna.
Renunciar al “esto no es mío”, “aquí no es”, “vuelva con más papeles”, etc, pues siempre cabe una respuesta, un esfuerzo extra, un llevar la legalidad al límite amable y “humano” del respeto al espíritu de la Ley, un salvar la brecha digital.
Acompañar sin agobiar, con humildad, con deseo de aprender de quien es capaz de sobrevivir en la hostilidad de una sociedad “inhumana”.
Eliminar obstáculos, ofrecer acogimiento oportuno, quitar la “cartelería” que apabulla y discrimina.
Elaborar catálogos de recursos sociales-legales privados y públicos de apoyo para situaciones extremas en los puntos de atención de urgencias de forma que sea posible dar respuestas prudentes en todo momento (altas horas de la madrugada, festivos, pacientes en situación de calle, presencia de policía, etc).
Evitar transformar a la víctima en culpable.
Cambiar el discurso de los “estilos de vida” por el de las “condiciones de vida”.
Exigir formación básica y continuada en pobreza y salud, inequidad clínica y política y determinantes sociales.
Promover, compartir y fomentar sesiones clínicas con casos-situaciones sobre pacientes, familias y comunidades que viven en la pobreza.
Llevar a cabo el trabajo interprofesional e intersectorial pues la pobreza es sólo un aspecto más de la desigualdad social, y sus causas dañan al conjunto de la sociedad, también a profesionales como bien demuestra su propia precariedad laboral. La desigualdad estratifica y fomenta la lógica del mercado que hace responsable a las personas de sus logros de forma que criminaliza a quienes no se adaptan y no acceden a lo que tienen derecho.
Apoyar movimientos como ATD Cuarto Mundo, Plataforma de Afectados por la Hipoteca, Territorio Doméstico, Plataforma Renta Mínima de Inserción, etc.
Ser conscientes de que lo personal es político y hacer política en mayúsculas, en el diario vivir. También exigir que hagan política formal valiente lo que han sido elegidos para ello.
Ser testigos del sufrimiento que conlleva la pobreza y acreditar en la consulta y espacios clínicos la tremenda capacidad de supervivencia de quienes la viven.
Expresar con convicción y propiedad, en la propia consulta y en los ambientes más variados posibles, lo que resulta difícil de imaginar para quien sea profano: que la salud depende en mucho de las condiciones en que se vive.
Conectar el mapa (las teorías) con el territorio (el sufrimiento) y construir paisajes (imágenes) que faciliten el mutuo entendimiento entre quien padece y quien tiene capacidad técnica de ayudar a comprender y paliar dicho padecer.
Ayudar a lograr justicia social utilizando adecuadamente los recursos del sistema sanitario mediante el uso equitativo de un sistema público de (casi) cobertura universal que todavía es muchas veces la única puerta abierta a empobrecidos y marginados.
Recordar de continuo que el fin no justifica los medios pero, si se piensa bien, algunos medios tienen “doble uso” (positivo y negativo), como el paternalismo, la medicalización y la burocracia
Evitar la burocracia que limita derechos.
Potenciar la burocracia militante y revolucionaria que emplea los resquicios de leyes y reglamentos para ayudar a enfrentarse a sus propios vericuetos.
Eliminar la criminalización de la pobreza matando al policía que llevamos en la cabeza.
Descartar la frustración pues si has hecho todo lo anterior estás cambiando el mundo (aunque no lo notes).
Nota
Este texto se basa en el contenido del debate presencial del Seminario sobre “Pobreza y salud. En clínica, en salud pública y en la sociedad” que se inició con un debate virtual el 21 de diciembre de 2019 y acabó con un encuentro presencial en Madrid, en la parroquia San Carlos Borromeo, los días 21 y 22 de febrero de 2020
http://equipocesca.org/pobreza-y-salud-en-clinica-en-salud-publica-y-en-la-sociedad-seminario-de-innovacion-en-atencion-primaria-siap-no-41-con-su-sesion-satelite-no-13-fase-presencial-en-madrid-espana-los-dias/

El debate presencial se registró en las Redes con la etiqueta (hastag) #siapMadrid2020
Hubo 435 inscripciones (70% de mujeres). Debate virtual, dos meses, 672 intervenciones (70% de mujeres). Debate presencial, 13 horas, 220 personas (75% mujeres), 170 comentarios-preguntas (54% de mujeres), 45 ponentes (73% mujeres)
https://docs.google.com/document/d/1Zj81sxYdWMXIoD4Fjub8kDYXgrUwQ08Wp__bClb3Ayo/edit

Los aciertos de este texto son expresión del conocimiento colectivo que se generó. Los errores, del firmante.

Juan Gérvas

Médico general jubilado, Equipo CESCA (Madrid, España). jjgervas@gmail.com; mpf1945@gmail.com; www.equipocesca.org; @JuanGrvas








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